miércoles, 18 de abril de 2012

Te he dicho que vengas aquí

Es increible como una misma frase puede producir efectos tan diferentes según el contexto.
Ayer, al quedarnos solos, yo pensaba que iba a irserapido al trabajo. Pero para mi sorpresa, se sentó en el sofá, se dio una palmadita en el muslo, y me dijo.. "ven aquí".
Protesté. Con la boca pequeña, claro.Me encanta que me sorprenda con un juego no previsto. Pero le dije que no habia motivos. Me corto. "Te he dicho que vengas". Y acudí, sin más. Mientras me colocaba en sus rodillas me dijo " tu sabes lo que has hecho". Y empezó.
En realidad, yo si habia hecho algo, pero el no lo sabia. Solo era un juego. Eso pensé hasta que me mandó al rincón. Dudé. Si me enviaba al rincón, era porque sabía que yo habia hecho algo malo. Pero, por otra parte, si estaba enterado de lo que habia hecho, no bastaría con una azotaina tan moderada.
Al rato, me llamó desde la cocina. No fui. Y me repitio la frase, en un tono mas alto. "Trasto, te he dicho que vengas aqui!!!. Esta vez, no sentí mariposas, sentí caballos. Y fui, con bastante miedo. Nada más verle mirando las ventanas, supe que estaba descubierta.
Si, le confesé que las habia desmontado para limpiarlas. No tenia sentido negarlo. Si, era verdad que me lo tenia expresamente prohibido, que pesaban mucho, que podian caerme encima, y todo eso...De hizo una seña para que callase, y entonces empezo a hablar él.
-¿Cuantas veces tenemos que pasar por esto?. No importa que yo me preocupe por ti, tu haces lo que te da la gana. No importa que me hayas prometido no hacer algo, en cuanto me doy la vuelta , se te olvidan todas tus promesas. Y veo que tampoco importa que te castigue.
Al oir esto, pense que , milagrosamente, iba a librarme de los azotes , esta vez. Pero a medida que iba hablando, se estaba quitando el cinturón. Y por la expresion de enfado de su cara, no, no me iba a librar.
-No parece que los azotes te sirvan de mucho, pero la desobediencia no va a quedar sin castigo, desde luego. ¡Ponte de cara a la pared!.
Lo hago, mientras empiezo a llorar. Me empuja la cara hacia la pared, cruzo los brazos y me apoyo en ellos, mientras me hace dar dos pasos hacia atrás con cada pie, y me baja la ropa.
-¿ Cuantos correazos crees que mereces?.
Una de sus preguntas trampa. Le respondo que eso es algo que debe decidir el.Pero le pregunto que cuantos van a ser.
-No lo se. Convencemé. Cada vez que recibas uno, explicame como te está ayudando esta corrección. Cuentamé que estás aprendiendo. Dime por que lo mereces, y lo arrepentida que estás. Cuando me crea ese arrepentimiento y tus propositos de enmienda, pararé.Si n me convences, seguiré hasta cincuenta.
No hubo forma de convencerle. A pesar de que , tras cada azote, me apresuraba a contarlo en voz alta, y a decir que lo sentía mucho, que este castigo me ayudaría a ser obediente y responsable, que lo merecía por hacer cosas a sus espaldas, y que nunca, nunca, nunca, lo iba a volver a hacer, no se convenció. Al llegar al numero 44,protesté, diciendo que yo estaba poniendo todo de mi parte y el parecia dispuesto a llegar a cincuenta.
-Voy a llegar a sesenta , para que también aprendas a no ser respondona.
-Pero...¡AAAY!
-¿ quieres cien?
-¡No!. No por favor... 45. No lo volveré a hacer.. ¡Aaaayy!
Como llegó un momento en el que no podia mantener la posicion, recibí los ultimos acostada sobre un taburete. Al acabar, me abrazó, me preguntó si iba a ser buena, y me mando a la cama un rato.

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