miércoles, 22 de enero de 2014

Dificultades y retrasos

Si, ya lo sé- El blog está completamente abandonado. Y el motivo de esta entrada es, precisamente, disculparme por ello.
Personalmente, intento escribir algo de vez en cuando. Yo. Como habréis notado, Trasto no encuentra el momento de escribir desde hace tiempo. Está demasiado ocupada para algunas cosas, el blog entre ellas.
No es un buen momento. El invierno, por unos motivos o por otros, se nos está haciendo terriblemente largo. A mí, por lo menos.
Imagino que a todos nos pasa alguna vez,que las cosas no van como tenían que ir. No van como estaba previsto.
En general, yo sé que soy un hombre afortunado. Considero que la base de esa suerte es la estabilidad, en general, en todos los aspectos de mi vida. Algo que me ha llevado años conseguir.Algo que puede fallarnos a todos en cualquier momento.
Sé,sobre todo por comentarios privados, que sois muchos los que seguís este blog, aunque no siempre comentéis aquí. Y me temo que os estamos decepcionando. Yo, ultimamente, es que ni siquiera veo lo que podáis mandarme en privado al correo, porque tengo algunos motivos para no querer abrirlo.
Espero que en algún momento lleguen tiempos mejores. Para todos.
Un abrazo, y hasta la vuelta
Germán

viernes, 10 de enero de 2014

Demasiadas vacaciones

Hemos hecho un largo paréntesis, con el tema de las navidades. No sólo en lo relativo al blog. Que, ya lo habréis visto, ha estado bastante abandonado, pero era lo que tocaba.
Es que, además, he descuidado mis obligaciones como spanker. Falta de tiempo, niños de vacaciones, la casa demasiado concurrida, etc, han hecho que Trasto haya disfrutado de una relativa "soltura" que, como era de esperar en ella, ha aprovechado de la peor manera posible.
Ya el último día del año necesitó un pequeño toque de atención, que yo pensé que iba a ser suficiente para devolverla al buen camino unos cuantos días. Obviamente estaba equivocado.
Ella me acusa continuamente de ser demasiado obsesivo con ciertos temas. Sobre todo, los que se relacionan con posibles peligros para su salud. Lleva varios resfriados fuertes este año y, para los que llevais un tiempo aguantandonos, recordaréis el susto de la neumonía de hace dos inviernos. De manera que yo creo que no es demasiado pedir que se cuide un poco. Algo que yo creía que estaba claro y que, al parecer, no lo estaba.
El otro día me fuí tan tranquilo al trabajo. Pero olvidé una carpeta que necesitaba. No me quedó más remedio que volver.Y justo me encuentro a mi chica que viene de comprar el pan,con la nena en brazos, sin abrigo, vestida con un chandall ligerito, y con el pelo totalmente empapado.Subimos juntos en el ascensor, y ya le iba diciendo la que le esperaba al llegar arriba. Al entrar, le pedí que dejase la nena en su cuarto y ella, con toda la desfachatez, me dice que antes de quitar a la nena el buzo y las manoplas, que cierre las ventanas y ponga un ratito el calefactor de su cuarto. O sea, que había abierto toda la casa para ventilarla,y la casa es un ático, queda muy abierta, y estaba completamente helada.
Hice lo que me pedía, le pedí que fuese a secarse bien el pelo con el secador, y esperé.
Cuando apareció, bastante asustada, le dije que lo ibamos a dejar para el dia siguiente, porque tengo por norma no castigarle cuando me siento furioso. Pero que, por supuesto, esto no quedaba así.
Me organicé para poder entrar más tarde el dia siguiente, porque estaba claro que tenía que ocuparme de corregir debidamente a mi esposa. ¿Os he dicho que Trasto es una tramposa?. Pues lo es.
En el momento que nos quedamos solos,vino hacia mí, me abrazó pegandose a mi cuerpo. Todo en ella, su mirada, sus gestos, sus manos, su voz, eran una invitación descarada. Y os aseguro que es dificil resistirse. A punto estuvo de salirse con la suya. Pero le cogí las manos con cuidado, la separé de mí unos centimetros, y le hablé con mucha suavidad.
-En treinta segundos, te quiero ver echada sobre el brazo del sofá y con el culo al aire.
Empezó a protestar, pero le señalé el reloj: el tiempo corría. Fue hacia el sofá, con un mohín de disgusto, me dió la espalda, y se bajó el pantalón del pijama y las bragas. Se reclinó, apoyando las manos sobre el asiento. Las extendió y agarró un cojín.
Me quité el cinturón despacio, mientras hablaba
-Voy a azotarte directamente con el cinturón, para que aprendas.
Normalmente, le hubiese calentado un poco primero con la mano. Pero esta vez queria que le doliese desde el principio.
No los contamos. Cosa que ella, supongo, agradeció. Yo no estuve pendiente de cuantos eran, sino, mas bien, del efecto.
Empecé con una intensidad media, que le hizo quejarse bastante ya desde el primero. Cuando ya lo tenía bien rojo, le eché una bronca, y empecé a darle más fuerte. Agarró el cojín, y lo puso ante su cara. Yo oia sus grititos ahogados. Cada azote le hacía dar un brinco, y vi claramente que la piel le iba a quedar marcada. No me importó. Cuando la causa del castigo es importante, unas cuantas señales no son sino un mal menor. Algo que incluso, puede ayudarle a ser más reflexiva en los próximos días.
Tuve que hacer pausas, claro. A veces, levantaba las piernas como para protegerse. Las bajaba en cuanto yo se lo pedía, eso sí. En las pausas, aprovechaba para reñirle, para arrancarle promesas.
Al final, le dejé hablar y me dijo, muy compungida, que le perdonase. Que reconocia que habia obrado mal.
-¿Reconoces que lo merecías?
normalmente, es muy difícil conseguir que ella reconozca que merecía un correctivo, pero, en esta ocasión, lo hizo sin problemas.
Me acerqué a ella y le acaricié la cabeza. Pero, cuando vi que intentaba levantarse, le puse una mano en la espalda y le pedí que no lo hiciese, aún.
-Te duele, ¿verdad?
-Mucho.
Poco a poco, había ido dejando de llorar, aunque no del todo.
-Pero es por tu bien, Trasto. ¿Lo sabes?
Tardó unos segundos en responder que sí, que lo sabía. Demasiados para mi gusto. Suspiré.
-¿Sabes?. Si hubieses respondido más rápido, ahora te levantarías... Pero , como quiero asegurarme de que aprendes bien esta lección...
-¡No! ¡Más no!. Por favor....
-Cinco más y habremos terminado.
Tuvo que contarlos, cosa que hizo entre llantos y de forma poco inteligible, pero bueno...
Al acabar, le pregunté de nuevo si sabía que esto era algo que yo hacía por su bien.
Esta vez respondió que sí sin vacilar.